Noviembre, Lago Puelo.
Siento como si estuviera en un retiro espiritual de escritura y naturaleza. Van apareciendo lecturas que enriquecen la mirada y la forma de estar en el mundo; la forma de vincularme con mi entorno cercano y orgánico. En este caso, comparto una entrada del blog de Christopher Wallis, un practicante y guía del Tantra Clásico, a quien llegué a través del perfil de Mariana Matija.
(La siguiente es una traducción libre del texto original):
VERSO 32, Yukti #6 (de 112):
शिखिपक्षैश् चित्ररूपैर् म.ङ्दलैः शून्यपञ्चकम् |
ध्यायतोऽनुत्तरे शून्ये प्रवेशो हृदये भवेत् || ३२ ||
śikhi-pakṣaiś citra-rūpair maṇḍalaiḥ śūnya-pañcakam |
dhyāyato ‘nuttare śūnye praveśo hṛdaye bhavet || 32 ||
Al meditar en los Cinco Espacios como los círculos vívidos de las plumas del pavo real, una ingresa en el Corazón, el Espacio Supremo. || 32 ||
A través de este verso, se nos instruye a meditar en los cinco sentidos como si fueran los círculos en las plumas del pavo real, lo cual implica permitir que los campos sensoriales se fusionen. (…) Luego, el verso sugiere que todos los fenómenos dentro de un único campo sensorial deben percibirse como vibraciones dentro de un inmenso vacío (el “Espacio Supremo”), decorándolo (citra-rūpa) sin perturbarlo. Así, todos los objetos sensoriales se disuelven en el espacio del Corazón más íntimo, constituyendo el fundamento sin forma del maṇḍala sensorial fusionado, y ese fundamento es el Ser puro, la Conciencia misma (= Bhairava).
(…) En el centro de los círculos anidados en las plumas del pavo real, se puede ver un increíble azul cobalto iridiscente que, probablemente no por casualidad, es el color tradicional de Anuttara Śiva, la conciencia absoluta. El verso dice explícitamente que, a través de esta meditación, uno entra en el anuttara śūnya, el Espacio Supremo, que es el Corazón absoluto del Ser.
(…)
Asumiendo que los cinco sentidos son el principal referente aquí, permíteme presentarte una práctica guiada que ilustra cómo podría funcionar esto en la experiencia directa. La práctica es un estilo de laya-yoga, donde se comienza sintonizando con un sentido y luego “ofreciéndolo” o fusionándolo al el siguiente. No es necesario seguir este orden estrictamente, pero en el modelo tradicional se comienza con el sentido del olfato. Por ejemplo, podrías encender un incienso y sumergirte completamente en la experiencia del aroma. Después de un rato, se “ofrece” el sentido del olfato al sentido del gusto, disolviéndolo en él. Tal vez olés algo y después probás algo que tiene un sabor correspondiente. Así, el olfato se fusiona con el gusto.
El siguiente paso en el orden tradicional puede no ser intuitivo: el sentido del gusto se ofrece o se fusiona con el sentido de la vista. No se trata solo de cambiar la atención de un sentido a otro, sino de ir fusionándolos sucesivamente, de manera que el olfato y el gusto ya se hayan integrado en la vista. Después, todos estos sentidos se ofrecen y se integran en el sentido del tacto.
Este proceso de “ofrenda,” donde la conciencia se vuelve cada vez más sutil, es difícil de describir con palabras. Sin embargo, es importante señalar que este orden podría no ser funcional para vos. Este modelo cultural organiza los sentidos de una manera diferente a nuestra experiencia moderna, donde el campo visual ocupa un lugar más predominante debido al constante bombardeo de estímulos visuales. Por lo tanto, es posible cambiar el orden en la práctica sin invalidarla en absoluto.
Habiendo aclarado esto, la vista podría disolverse en el tacto, es decir, todo el campo táctil se integra en el tacto. Luego, el sentido del tacto se disuelve en el sentido del oído, el sonido, y no queda más que vibración. De ahí, el sonido se disuelve en el silencio, escuchando ese silencio subyacente que impregna todos los sonidos, el espacio dentro del cual todos los sonidos ocurren. Y desde ese punto, es relativamente fácil entrar en un estado de samādhi, un estado de profunda quietud y silencio interior, donde todos los sentidos se han fusionado en ese estado de quietud.
Aquí hay una versión de una práctica que podrías probar, teniendo en cuenta nuestra orientación moderna hacia los sentidos, en la cual el sentido de la vista suele estar más activo:
- Sé consciente de todo el campo de percepción. Suavizá tu mirada y enfocá todo el campo visual simultáneamente, desde el centro hasta la periferia. No te preocupes por los detalles.
- Después de un momento, cerrá los ojos y entrega el campo visual al sentido del gusto. Llevá tu atención a la lengua y la boca.
- Luego, entregá el sentido del gusto al olfato, percibiendo el aire en las fosas nasales, incluso si no hay olores presentes. Asegurate de relajar la mandíbula.
- Ofrecé el olfato al tacto. Llevá tu conciencia a la piel, la ropa sobre tu cuerpo, la temperatura del aire, y el movimiento interno de la respiración.
- Finalmente, fusioná el tacto con el sentido del oído, dejando que el campo sonoro sea predominante. Escuchá todo, incluyendo el silencio que subyace a los sonidos.
- Permanecé en esta conciencia hasta que, sin esfuerzo, entres en un estado de presencia silenciosa y espaciosa, emanada desde el corazón mismo de tu Ser.
Por último, dejo la frase a través de la cual llegué a Christopher Wallis, perteneciente a su último libro, “Cerca de los enemigos de la verdad”:
“(…) es más preciso decir que eres tu entorno en una configuración determinada, así como un remolino no es más que el océano en una configuración determinada”.
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