Extraño el mar en invierno. Pasear a Gaudí con el viento en la cara. Ver las olas romper sobre las rocas. Que las cafeterías, los libros y la música marquen el paso. Que mi mirada huela a sal. Ser una flâneuse del instante Atlántico. Nadar en la idea de volver a verte. El resplandor de escribir para reparar lo que se va, lo que se está yendo, lo que se fue. Acercarme a la orilla
del mar
del invierno
de mí misma.

 

*

Si no te hubiera conocido
Si te hubiera invitado a subir esa noche
Si hubiera elegido el mar
Si hubiera quedado anclada en París o dejado el corazón en Madrid
Si hubiera deseado menos o pensado más
Si no hubiera nombrado tu cuerpo sobre mi cuerpo o tu nombre sobre mi nombre
Si la sombra no hubiera ocultado la respuesta entre tus brazos
Si mi vida no fuera lo que mi vida es
Entonces probablemente
no estaría escribiendo este poema

 

*

Te busco. En todos los lugares donde fuimos felices busco tu nombre. Echo flores sobre nuestro recuerdo fugaz.

Las calles trazan una estrategia infalible: tu cuerpo en mis ojos una y otra vez, una canción, un ritmo inventado, quizás otra forma de escribir lo que fue.

La avenida se abre de piernas y entonces la escritura es erótica, se frota sobre y dentro de mí. Mana del cielo de la memoria.

Tu cara es todas las caras.

¿Cuántas veces dimos el sí, lejos de dios pero cerca del vuelo?

 

*

Recorrido nocturnal. Ninguno de los semáforos de la ciudad puedo frenar el deseo.
Una osadía para con el resto del mundo:
saltar al vacío de nosotros,
esbozar un lenguaje entre los dos,
inédito, irrepetible.

 

*

22/01/2021
Intento darle densidad a mi memoria, encontrar las piedras preciosas que decantan entre la fluidez del tiempo: noche de enero, caracoles rebosados, un balcón al mar.
Quizás así mi capacidad de recordar no sea tan efímera.

Quiero ver el rastro de los pájaros. Que la ciudad escrita sea la ciudad que resiste en mi memoria líquida. Decir: esto sucedió en el mundo que me rodea. Decir: situación de gorriones por la mañana, complicidad de árboles al viento, invitación al verano,
deseo transparente y auténtico.

Intento que el paisaje sea más que un espacio: ser habitante local en la ciudad fundada por la escritura.

Solo a la distancia puedo ver cuántas veces las ciudades me han dado de beber en la boca.

 

 

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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