14 de septiembre de 2022.
Acá y en otra parte están las cosas que perdimos.
¿Adónde van los recuerdos cuando no se nombran? ¿Siguen siendo parte del paisaje o son puro desconcierto corriendo por los pasillos del cuerpo?
El destino de los acontecimientos es un campo lleno de viento. No puedo ver, solo tantear con las manos lo que me rodea, igual que en la escritura.
Somos mi sombra y yo las que atraviesan el campo, el viento; las que intentan alcanzar la estrella, el agua de la noche.
*
La sudestada en la que arrasó la oscuridad dibujó un despertar en mí:
“El día antes de mi cumpleaños una gran sudestada arremetió contra la casa. Hubo agua y vientos furiosos, árboles derribados y anegamientos.
No fue lo que esperaba: las horas al sol junto al Mar de Ostende, mirando las olas acariciar la arena, arrastrar pequeños tesoros hasta mí.
El día antes de mi cumpleaños llegó la tormenta. Hubo oscuridad total del paisaje, desconexión con el afuera, y un silencio en el alma al reconocer mi estado interior en lo que estaba pasando.
Desde que nací soy guiada por el agua y sus estímulos, siempre me llevan a la luz. En su vibración más fina, las respuestas aparecen:
todo lo que sopla es un rezo
en algún momento, la forma se disuelve
la energía fresca, recién nacida, permite el encuentro con lo desconocido.
Cada instante es una hermosa criatura, menos frágil de lo que pensamos. Es un pincel que atraviesa el lienzo del mundo —intento o revelación—, y como la naturaleza o la vida misma, una expedición hacia lo incierto.”
[Fragmento del diario, 14/09/21]
Tuvo que pasar un año entero para descubrir los ojos abiertos.
Al escribir el recuerdo sucede la alquimia: el recuerdo adquiere sensaciones, colores, forma. No corre suelto por los pasillos.
Al escribir creo el destino de las cosas, a medida que las nombro les hago espacio, les invento un lugar para ser.
La escritura es mi estrella, acá y en cualquier parte.
Imagen: weheartit.com
