23 de mayo de 2021.

Tengo una afinidad secreta con la lluvia. Una tormenta espléndida de palabras va llegando en medio de la desmesurada pasividad, ocupando el presente: un punto de irradiación en la neblina del mundo.

La mayoría de las veces decido seguir esa incansdescencia, encontrar mi propia resonancia con la cualidad vertiginosa del paisaje. Dejo que la mano corra feroz por la página, como si tuviera visiones, espasmos de lo desconocido. Entonces la belleza oscura de las palabras se abre paso en el vacío blanco. Va avanzando, intentando, existiendo.

Cae cada palabra como la lluvia.

Cae, desprovista de finalidades.

Así aparece la escritura. “Es algo milagroso”, pienso.

Cuando era niña recibí al mundo por la boca. Ahora lo recibo por las manos.

 

Imagen de portada: Prinveli Flickr

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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