31 de julio de 2018.
Escribir por el brutal anhelo de perpetuar lo que sucede. Quizás esta paz inesperada. La melodía del agua corriendo o la leche derramada mientras preparo el café. Mirarme en sus ojos de agua y que la totalidad de mi cuerpo tiemble al verme ahí, reflejada. Que no gane la claustrofobia.
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2 de agosto de 2018.
Cuando no estás me quedo prendida en este observar cómo una paloma emprende su vuelo ágil de un muro a otro. Cómo el sol impacta en los cristales y nace el destello [todos dirán: ¡ha nacido la luz!, y será maravilloso], mientras escucho atenta cómo suena la canción “400 millas norte” e indefectiblemente recuerdo cómo H. decía que escucho música rara. Y es en esa rareza movediza en la que me muevo mientras todo cambia y no estás, pero estoy conmigo.
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5 de agosto de 2018.
Una palabra puede cambiarlo todo. El poema resuelve lo que apareció en sueños. Todo está conectado en esta casa de los días. L. me completa las frases. “Entrega total”, dice, y sin saberlo dispara al corazón de la vagabunda… al centro del poema.
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Hoy el color desbordó los márgenes y ascendió el muro. Hubo un destello: la horizontalidad tendió su estrategia y caí entera en lo más hondo de mí misma.
Lo que observo subtitula el paisaje interior. Apertura.
Lo que observo subtitula el paisaje interior. Apertura.
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6 de agosto de 2018.
Le pregunté por ese desnivel en el tabique. Estábamos en el patio de La Casa. Me contó que había sido por un golpe inesperado, cuando todavía practicaba boxeo. Pasé mi índice por esa pequeña imperfección porque quería sentir cómo lucía, quería comprobar lo que escribió Keats cuando afirmó que el tacto tiene memoria. Minutos después eligió una canción de Sting y empezó a contar los tempos. Cerró los ojos. No pude evitar mirarlo ahí, perdido en la profundidad del sonido, dejándose atravesar por la música.
Me detengo en esos detalles. Deviene, entonces, algo parecido a una fotografía mental. Escenas que no quiero perder de él, de vos, de ella. El brutal anhelo de perpetuar lo que sucede para poder llevarlo conmigo adonde sea que vaya.
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Mientras caía la noche y la mesa era una realidad viva, sonaba esta canción: “Love is like an aeroplane / Jump and then you pray”.