Será un domingo.
La ciudad será un desierto.
Observaré el vuelo de los pájaros
y escucharé una canción que no es. Pensaré en su nombre por accidente adrede y fugaz. Me verán sonreír anónima en las calles azules: secreto de mi autonomía.

Será la tensión de los cables la que emule la forma: ese lugar en el que un recorrido intercepta con el otro, como los cuerpos.

Voy a elegir esta vez el mate con miel para la tarde. Tal vez, un augurio de poesía:
mano que mira,
mano que rima y suelta cuando acaba,
ese lugar en el que un sexo
intercepta con el otro,
materia iridiscente
de este mundo,
íntima y centelleante,
una mañana
sobre la piel.

Escucharé otra canción y esta vez sí…
será domingo. La ciudad será un desierto pero yo estaré poblada de amapolas.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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