Será un domingo.
La ciudad será un desierto.
Observaré el vuelo de los pájaros
y escucharé una canción que no es. Pensaré en su nombre por accidente adrede y fugaz. Me verán sonreír anónima en las calles azules: secreto de mi autonomía.
Será la tensión de los cables la que emule la forma: ese lugar en el que un recorrido intercepta con el otro, como los cuerpos.
Voy a elegir esta vez el mate con miel para la tarde. Tal vez, un augurio de poesía:
mano que mira,
mano que rima y suelta cuando acaba,
ese lugar en el que un sexo
intercepta con el otro,
materia iridiscente
de este mundo,
íntima y centelleante,
una mañana
sobre la piel.
Escucharé otra canción y esta vez sí…
será domingo. La ciudad será un desierto pero yo estaré poblada de amapolas.