«Una gran desnudez:
mi cuerpo
y la noche…»
María Calcaño
Junio: se desvanecen las dudas.
La ondulación del deseo continúa pero se mueve con extraña certeza hacia lo desconocido. El deseo sabe lo que aún soy incapaz de reconocer. Me muevo en la niebla con la extraña certeza de contar con lo necesario: el placer claro, el verbo oscuro, la boca viva.
Ahora danzo sobre los márgenes. Encuentro el equilibrio. Camino con la delicada intuición serpentina de sentirme entera. Me muevo en la seducción con la extraña certeza de contar con lo suficiente: la sonrisa tácita, la mirada abierta, la lengua nueva.
Junio: es la luna la que marca el compás, y pulsa llevándome al extremo, y pulsa llevándome al borde de mí. Fulgurante y tranquila, como ola que rompe sobre la arena un día de sol. Sugestiva como la sonrisa tácita, la mirada abierta, la lengua nueva.
Ahora danzo sobre la orilla. Encuentro el centro de lo que late. Dibujo la geografía íntima con la honda decisión lábil de sentirme mía. Me muevo en el estímulo que rompe la máscara propia. Danzo, voy, ahora voy, con lo necesario, con lo suficiente. Danzo y reúno el aire. Danzo y de mis escápulas nacen alas. El ángel de la negrura me toma y soy una, soy toda desambiguación.
Imagen: Natalia Drepina
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