Día 30.
Llegó el último día y el primero de varios. Todo me continúa en las manos. Hubo promesa, hubo transformación. Repasé el recuerdo con intención tácita de caer en lo profundo de mí misma. La soledad y el aislamiento fueron un ápice de luz. Mayo creció en mi boca y dibujó palabras hermosas. Fui promesa, fui transformación y ese asunto de la ventana. También la danza y la exploración poética. Leí a Hélène y de nuevo, el espejo. Pensé en vos. Te escribí una carta de cumpleaños. Dos veces nombré la querencia, fue con la voz, que es distinto a nombrar con la palabra escrita. Con la voz le regalo alas a lo que siento y atraviesa. Con la voz muere la jaula y la criatura del viento encuentra otra forma de ser, además del puente y la altura.
Las semanas de lluvia reflejaron el temblor de dejar ir. En un sueño, un tornado arrasó con la Madre. En otro, fui bruma. Tuve miedo de lo inabarcable, como ser el amor, pero entonces Hélène arrojó un fragmento desde la página 87 de La llegada a la escritura“: “la «llegada» al lenguaje es una fusión, un vaciado en fusión, si hay «intervención» de mi parte es una suerte de «posición», de actividad — pasiva como si yo me incitara: «déjate hacer, deja pasar la escritura, déjate mojar, limpiar, relájate, hazte río, lámelo todo, abre, desatranca, levanta las compuestas, déjate envolver…»
El último día: el primero de varios. “Yo sé, yo sé que acaso / entiendes el lenguaje del cielo / Y te recompensará con su sal el mar / y solo eso será, solo eso será.” Libre seré, serás.
Esta entrada del diario pertenece al desafío “30 días de escritura” de Maitena Caimán.