Día 13.
Traslado los muebles de mi cuarto al living. A partir de mañana será el polvo el que duerma en la habitación azul. Me dedico a la limpieza de la máquina de escribir llamada “Ella”. La despojo del armazón y observo su esqueleto. Paso un paño mojado por las curvas de la continuidad de su nombre, “Olympia”. Recuerdo una charla con Nati a mediados de marzo sobre la densidad de la palabra “restauración”. Voy acariciando los espacios huecos con amor, como si Ella fuera yo misma.
Elegí una canción para dedicarme. Es la canción del ayer. La canción con la que llegué a la ciudad de los cerros y la que escuché en loop después de la muerte de madre. Me gustaría que la escuches conmigo. Soy yo aquella, la misma que duerme tras el vendaval, la misma que llega los lugares con incertidumbre y con amor, amor total, y se abre de piernas al mundo.
Limpio con ahínco las hojas del potus. El milagro del día de hoy es restaurar el verdevida que es parte de La Casa. Humedecer, pulir y purificar antes de la luna nueva.
La astrología ya es una parte inexorable de mi vida. Quiero que la astrología sea parte de mi escritura.
Fue mi luna de agua la que me enseñó del azul, la que nombró la música de las mareas y la hizo palabra, la que dijo “todo estará bien” después del Tsunami.
Se aproxima la luna nueva. La restauración del orden. Entender que todo será como yo desee que sea. La apropiación de lo íntimo que habla: el verdevida; las cavidades de Ella, que soy yo; la humedad y la purificación. Quizás el ritual de luna nueva sea tan simple como mirarme en todo lo que me rodea.
Imagen: ocean-poetique.tumblr.com