08 de agosto de 2017.
Despertar con una canción dulce que se cuela entre las sábanas y los libros y los rincones del cuerpo. Despertar con un poco de ansiedad y augurio y deslumbramiento por aquello que está por venir.
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“Hope is hugging me, holding me in its arms, wiping away my tears and telling me that today and tomorrow and two days from now I will be just fine and I’m so delirious I actually dare to believe it.”—leo en un espacio blanco y negro.
“La esperanza me abraza, me contiene en sus brazos, limpiando mis lágrimas y diciéndome que hoy y mañana y dentro de dos días estaré bien” (…).
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La mente dice que aprendí a hablar en inglés cuando tenía 9 años, pero la voz que pulsa es más antigua, como si fuera un eco de otra vida, como una otredad; como una extraña y foránea sensación que aparece sin permiso ni antesala. Irrumpe en el remanso de lo cotidiano, desordenando las sábanas y los libros y los rincones del cuerpo. Se cuela entre mis átomos y los dota del caudal de ríos que fluyen y fluyen y se dejan correr.
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Despertar sumida en un idioma que viene a mí con la cadencia de los mares, como un intento de poesía.
La respuesta vino envuelta en la materia luminosa del invierno: la música me abraza, me contiene en sus brazos, limpiando el pasado como un torrente de lava; diciéndome que hoy y mañana y dentro de 12 días estaré bien. Que siempre estaré bien mientras habite mi cuerpo en tiempo presente, en el idioma que sea. Que esto también es amor.
Imagen: bled.tumblr.com