Día 3.
Hace una hora Lisandro cantaba: “Mis alas enlazaban rutas“.
Esto fue antes de la foto, pero después de haber dejado la Torre Eiffel de mi llavero sobre la mesa que late en el patio de La Casa.
Salí sin saber qué foto tomaría para el tercer día. Entonces al volver, mientras nos escribíamos con Marina, me detuve en el detalle.
Antes de tomar esta foto el sol se posaba de lleno sobre ella, haciendo que su metal adquiriera otra tonalidad. ¿Cobriza, quizás?
No lo sé, pero mira qué hermosa se ve; qué hermoso que es detenerse en los detalles.
La historia ya estaba ahí, latente, antes de que yo la congeláse en una foto, o en palabras (que a veces es lo mismo). Me ha llevado tiempo entender que, así como dicen que algunos se calzan los cristales rosas para interpretar el mundo, yo siempre abrazo la mirada de la poesía antes de levantar vuelo…
O dar el salto
O sollozar 
O conmoverme…
Porque, ¿qué es la poesía, sino otra forma de amar?
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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