Pensé en poesía
Vino tu nombre.
Aún no entiendo la influencia de la luna sobre el mar, pero sí puedo contarte que en este tiempo no he dejado de acariciar la cicatriz. He buscado formas de reconstruir este hogar que llevo dentro, de cuidarme, de aceptar mi reflejo en el espejo. Estoy aprendiendo a quererme. Éste en un viaje que ha comenzado hace un año (y quizás no termine jamás).
Mientras escucho La Bohemia en los labios de Buika, me ha sido imposible olvidar la poesía, que es tan solo otra forma de decir: tus manos, mi boca, el invierno y el verano plantando bandera en señal de rendición.
Pensé en nosotros
Vino la música
Como viene el vendaval; como los márgenes, la orilla, la rasa mareal; como el deseo o la fauna por debajo de la piel… Éstas son tan solo otras formas de nombrarte, de nombrarme, de volver a cruzar nuestros caminos. Cierro los ojos. Recuerdo tu nombre, de flamenco, de Malbec, de marejada. Poso mis manos sobre el pecho y siento una manada de latidos con ansias de liberación. Abro la boca. Pienso: así debe de sentirse la piel de la poesía.
Aún me es imposible predecir la tempestad; esta desgarradora, emocional, abrasiva tempestad azul del recuerdo. Pero he entendido que esta niebla de probabilidades es parte de la vida, al igual que la agonía, la pérdida, la pasión; como esos efímeros segundos de coraje, como el azar… como el magnífico, salvaje y emocionante riesgo del azar.
Imagen vía Rebeca Cygnus Photography