I.
Es que todavía no sé, aún no sé el porqué de esta tendencia de asir el mundo con amor.
Ya han pasado dos años desde que M. me habló de Jon Brion. Él me ha dado un regalo inmensurable, sin siquiera saberlo: la música. Esto, de alguna forma, se ha quedado conmigo. No lo sabe; él no sabe que aún sigue conmigo.
II.
Me es imposible resignar el movimiento, y mientras miro la copa de los árboles con la misma curiosidad de una niña de 10 años, mientras me quedo suspendida en el vaivén de las hojas y cómo parecen mutar de color, me pregunto: ¿Qué es lo que convierte en poesía a un abuelo que le da de comer a las palomas un martes por la tarde, agazapado entre el gris y la promesa del otoño?
III.
Muchas veces se me hace difícil decir lo que siento. Puedo intentar capturar las palabras como si fueran luciérnagas que me hablan de amor o de miedo, de historias que encienden y apagan mis ganas de echarme al vacío, pero muchas veces, la mayoría de las veces, sabe a poco. Podría intentar definir una mirada que trae el verano consigo, o las palmas que me han plasmado un mapa entero en las clavículas… Y aun así no sería suficiente. 
Estas sensaciones se han quedado conmigo, junto a las canciones, el magnetismo y la complicidad que sobrevive al ocaso de cada despedida.
IV.
Céline dice: “Nunca puedes reemplazar a nadie. Lo que se ha perdido, se ha perdido.” Me he dado cuenta de que esta sucesión de temporadas ya es parte de mi vida. 
Quizás este recuento de comienzos y finales sea el verdadero aprendizaje. Quizás ha llegado la hora de darme cuenta que la única constante en esta historia, mi historia, es el afán de sentir. Necesito del intento para mantenerme con vida.
¿Lo ves? Escribiendo he encontrado una respuesta, al menos hoy: Me es imposible vivir sin corazón.
V.
Poesía es entender 
Que todos los hombres de mi vida 
Ya eran viento
Antes de siquiera haber llegado.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

2 Comments
  1. Hermoso Sol!!
    "¿Qué es lo que convierte en poesía a un abuelo que le da de comer a las palomas un martes por la tarde, agazapado entre el gris y la promesa del otoño?". Pues no lo sé, pero quizás nunca podamos aprehender el mecanismo, quizás es la poesía la que nos aprehende a nosotras y nos hace volcar palabras en un papel (palabras que, por lo demás, tantas veces quedan tan pobres frente a lo inasible de las sensaciones… es cuestión de no darse por vencidas nomás, aunque quizás estemos casi siempre condenadas al fracaso).

    A mí me pasa algo parecido a lo que decís, pero con las personas en general (y no sólo con aquellas con las que estuve en una relación amorosa): mucho después de que se van o de que me voy o de que nos vamos, la música que me compartieron o la música que amaban y que yo aprendía querer por ellos, sigue formando parte de mi vida. Y al escucharla vuelven y me da como una nostalgia linda de eso que supo ser y que quedó.
    Más que fotos, más que cartas, más que objetos, más que frases, el paso de las personas para mí lo marca la música…
    Gracias por escribir y por traerme de vuelta a mí misma, siempre, con tus palabras. Abrazo volador desde Rosario!

  2. Sofi, estaba pensando en lo mismo el otro día. El poder de la música es inimaginable e inmensurable. Trasciende todas las fronteras (del tiempo y del espacio).
    Gracias a ti por leer bella. Abrazo de brisa semi otoñal desde Buenos Aires 🙂

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