Yo no sé que puede depararme el día de mañana.
Solo sé que hoy dos adolescentes que salían del colegio me devolvieron la sonrisa, y con esto algo más: la sensación de esperanza.
Mientras se tomaban de las manos y entrelazaban sus dedos a menos de 2 metros de distancia, me hicieron sonreír. Sucedió después de un fin de semana de inframundo, mareas y lágrimas mientras sonaba D. un domingo a la mañana, cantando: “I’ve never loved, I’ve never loved, I’ve never loved…
Yo no sé que puede depararme el mes que viene.
Solo sé que el viernes por la tarde la mirada de un hombre que apenas conozco me hizo sentir adolescente. Quizás tenga que ver con el regreso a las calles de primaria y rayuelas y arenero. O quizás no, quizás fue el reflejo del sol sobre su barba devolviendo destellos de dorado, rojizo y -tal vez- cobre. Él me ha devuelto la sonrisa.
Yo no sé que puede depararme el año próximo.
Si seré un nuevo viaje a través del océano.
Si seré el Pont Neuf o el Barrio Gótico.
Si seré una confesión de las raíces.
Si seré un nuevo libro.
Si esta vez seré un libro de poemas.
Si seguiré escribiendo el movimiento.
Si se derrumbará el muro que he tardado tanto en construir.
Si seguiré queriendo mis manos en tu rostro o tu boca por mi espalda con la misma intensidad que hoy, ayer o el mes pasado.
Si seré luz o sombra, luna, mar o montaña; si Cortázar, Jeff Buckley, Elliott o Clarice.
Yo-no-sé. Simplemente no lo sé.
Pero sí sé que no existen los happy ever after que nos venden las películas -y esto no quiere decir que no exista el amor-. Que he encontrado mi creencia; mi propia religión en la que des-hago el estigma de la sangre para convertir el corazón en llama eterna.
Sé de la simetría entre los primeros instantes de vida y la antesala de la muerte: la respiración es parte de los hilos que me unen con el mundo.
Sé de los hospitales como hogar de tránsito y el tránsito como el rumor de los sentidos.
Sé que tengo lo que tengo y doy lo que doy; que soy el momento que se está haciendo en este momento.
Sé que quiero querer y quiero aprender a querer-me 
en el viaje vertical 
en la sirena
en el Tsunami
en la fortuna del encuentro
en mi naturaleza.
Voy a amar en la medida que el amor se presente en mi camino. El amor se hace en la experiencia y la experiencia es el retorno a sentirme mujer. La experiencia se hace aunque me toque ser testigo, aunque el amor suceda extranjero a mi cuerpo.

Por eso he venido a decirte que yo no sé mañana. Que en mi cuaderno hay más manchas de tinta de las creés saber. Que aunque N. aparezca con la llegada del verano, S. resuene en el umbral de las canciones, y vos aparezcas en los verbos que me hacen humana; a pesar de todos los hombres que trajeron la fauna por debajo de mi piel… Sigo sin saber, simplemente no-lo-sé. 
YO-NO-SÉ que será de mí, de vos, de ellos, de todos.

Lo único que tengo por seguro es que apeendí a despojarme de la tristeza del tabú. Que hoy he vuelto a sonreír y esto es lo importante. 
Vine a decirte que el viento me ha devuelto la única certeza:
Todo lo que tenemos es este momento“.

La voz del agua:
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

2 Comments
  1. Como siempre, aunque con meses y kilómetros de distancia, tan justa.
    Y porque así funciona el Universo, hoy publiqué en mi blog algo que quizás, bajo alguna luz, tiene que ver con estas letras.
    Yo tampoco sé. A veces, ese es el sentido de todo.
    Abrazo volador muchacha bella.

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