¿Qué estás haciendo? ¿Qué es lo que estás haciendo con tu tiempo, muchacha? ¿Ojos de papel, labios de sed de gotas de tinta, tinta azul, azul noche, noche eterna?

¿Qué es lo que estás haciendo con tu tiempo escribiendo para quién sabe cuántos hombres, cuántos rostros, cuántas miradas que pasan y ven y miran y leen y sienten y asienten y contestan con una sonrisa o una lágrima en silencio? 
Quizás nadie, quizás nada, quizás un simple y mero ‘fade to black‘ y que termine la función, y que guardes tus papeles, tus poemas, tus pizarras de ‘Almendra‘, ‘Rayuela‘ y ‘yo que sé quién sabe más’ y que la vida continúe. Que vamos, que la vida continúa, afuera, debajo de la lluvia, bajo el árbol de palta de tu abuela que ya no ríe más, en las calles del colegio secundario con los fantasmas de grito adolescente. Que la vida continúa a pesar de la letra de tu madre con una dedicatoria por la ausencia de su madre. 
La vida continúa en la boca; me continúa en la boca cada vez que hablo y cada vez que callo lo que callo por miedo a disolverme por acercarme demasiado, por estar cerca del sol, de la abeja, del león, del deseo, del amor, del vértigo y del vértigo de amor.
La vida continúa en la fauna que se pronuncia sobre el cuerpo como el eco de quién sabe qué (en realidad, esto sí lo sé pero tengo miedo de escribirlo, y siquiera pensar en la posibilidad de decirlo me friza los dedos, los mismos que han trazado un camino por las texturas de Roma, por los puentes de París o por la espalda de quién sabe cuántos rostros…).
Pero la vida continúa, por lo tanto, le echaré la culpa al frío. Por el frío las yemas de los dedos y la carencia de acción; por el frío estas ganas de mis labios saciando su deseo en un oasis de espejismo de desierto de retro-visor que carece de visas para empatar la misma tierra. Por el frío, la falta de refugio en días de la madre, y días de la madre de mi padre, y días de cáncer color rosa… Nena, nena, nena… ¿Qué estás haciendo? Qué estás haciendo con tu tiempo?
Yo contesto “no lo sé”, quizás a nadie, quizás a nada, quizás a un simple y mero ‘fade to black‘; pero contesto porque necesito contestar, aunque sea incertidumbre, aunque sea una respuesta que no sabe si es respuesta; aunque no se entienda del todo, de nada, de ni’s; aunque el desierto, las fronteras, la distancia y los océanos… 
Contesto porque necesito contestar, porque en la necesidad también me estoy haciendo. Hago quién sabe qué con mi tiempo por la necesidad de crear en el papel, en la tinta, en la lluvia, en el azul, en la noche… por culpa del frío, porque la vida continúa, o porque simple, mera y llanamente NO-LO-SÉ. Mi vida viene siendo una serie de improvisaciones que se dan con el camino.
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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