24 de septiembre de 2015, 9.50 pm.
Julio,
Tengo tantas cosas por decirte, en realidad, tantas cosas por decirme.
Por ejemplo, que en los últimos días no ha cesado de llover y la nostalgia ha venido a tocarme la puerta, una-vez-más, como de tanto en tanto.
Me encantaría ser una persona feliz las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, los trescientos sesenta y cinco días del año, pero me es imposible. He aprendido a convivir con cierta cuota de tristeza en mis venas, como un goteo incesante, como una especie de cocción de nostalgia a fuego lento, un caldo de cultivo de los recuerdos más oscuros que se han atrevido a convivir con mi sonrisa, en este cuerpo, en-este-cuerpo.
Tengo tantas cosas por contarte, contarme, contarnos. Como los días que han pasado desde que he vuelto de París con una mano al frente y otra por detrás. París tiene ese efecto, al menos en mí, me deja sin aliento, también, como de tanto en tanto. Y debo admitir que cada vez que lo pienso de manera inconsciente (o quizás no del todo), cruzo las piernas y muerdo mi labio inferior. París es intermitente y creo que por eso el magnetismo, me atrae y me repele en partes iguales; justo cuando creo que puedo dejarlo, me vuelve a tomar de la cintura y me invita a bailar, con un compás de jazz o Philip Glass sonando de fondo. Alguna vez escribí que París y yo éramos una fotografía agitada. París tiene algo de ti. Lo he confirmado.
En fin, como decía, tengo tantas cosas por decirte, o decirme; ya he perdido la cuenta. Pero me acuerdo de las cosas que importan, por ejemplo, que ayer he hablado de mi madre y de mi padre y de los duelos, del café, y de la lluvia y de París; ayer hablé de mi primer viaje atravesando el océano, y hablé en líneas generales de haber tocado el océano con la punta de mis pies.
En este momento escucho un xilofón. ¿Has notado lo dulce y dramático que puede sonar acompañado de un violín? ¿Cuál de los dos sería el violín en esta carta?
Bueno, creo que es hora de irme, no quiero aburrirte, aunque creo que para los fantasmas el tiempo es bien distinto. ¡! Casi lo olvido, ayer también dejé algunas de tus frases escondidas en una librería de Callao y Santa Fé. Esto fue luego de beber el tercer café en lo que llevaba del día, pero antes de caminar bajo la lluvia hasta la parada del bus que me llevaría hasta mi casa. Esta casa, desde la que escribo hoy, jueves, a casi fines de septiembre. Lo que me recuerda que hace casi 20 días decidí escribirte por primera vez. ¿Lo ves? Ahí tienes, ahí viene la nostalgia, de nuevo. ¿Puedes sentirla en mis palabras? ¿Puedes beberla? Sabe a cafeína y leche y lluvia y París y Philip Glass y la sinopsis de Después del Invierno; a mi madre, mi padre, el síndrome de mis manos heladas o de cambiar de canción como si tuviera un espasmo. La nostalgia también me sabe un poco a ti, Julio; porque estamos a destiempo, porque no he podido conocerte, porque el “no” de nosotros en Europa, porque la muerte, Julio, la muerte. Supongo que, después de todo, hay algunas notas de violín corriendo por mis venas. Tenía tantas cosas por decirte y te he dicho todo lo que prometí que no debía para no aburrirte, pero es que la lluvia tiene este efecto antagonista en mí; de imán y limadura.
S.
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Escribir una carta de amor para un cuerpo ausente, para el verbo fantasma, para el hombre que pronuncia las ciudades al unísono conmigo.
Carta #1: http://goo.gl/hCo0Rm
Carta #2: http://goo.gl/KQf3g0
Carta #1: http://goo.gl/hCo0Rm
Carta #2: http://goo.gl/KQf3g0
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Imagen: Watercolor, por Joseph Zbukvic, vía theremina.tumblr.com