“Si tiene que salir que salga“
dice una canción en el medio de la noche de una Buenos Aires compulsiva.
Y convulsiva yo, escribiendo entre la espuma de cebada, o de mar, o del frío casi nieve.
Y se me hielan las manos cuando escribo;
pero el cielo despejado,
y la luna;
y nada de esto tiene que ver con nada
(o todo).
Y todo lo que tengo que decirte
antes de la llegada del invierno:
Me gusta la música.
Soy capaz de enamorarme en lo que dura una canción,
y corro porque corren las fronteras
—sin importar la dirección—.
Te busco con la misma intensidad que a mi cuaderno,
pero distinto,
ya ves,
cada uno sabe entenderme a su manera.
Quiero dar la vuelta al mundo
y también quemar los meses en París.
A veces soy dos,
A veces soy dos,
a veces soy una,
a veces soy nadie;
Y el caos a mitad del mediodía en Corrientes y Callao;
y también la paz del Mar Adriático en otoño.
Siempre sonrío a un buen recuerdo
cuando camino por la calle;
y canto cuando la ocasión vale la pena.
Soy propensa a bailar
y a tu forma de agarrarme la cintura:
sin censura.
Y nada de esto tiene que ver con nada
(o todo).
Y viajar,
y gritar,
y temblar.
Y me canso de pensar,
y a veces callo…
Pero hoy no,
hoy me toca ser honesta e irme por las ramas
(eso también, casi lo olvidaba).
Y todo lo que tengo que decirte
Y todo lo que tengo que decirte
antes de la llegada del invierno,
como echarme a dormir en el medio de la calle,
como quitarme la ropa antes de una guerra entre las sábanas
(nosotros vs. el mundo):
Acepto el desorden,
y el ‘tengo ganas de besarte’;
acepto los no-límites…
acepto los no-límites…
Y más vale tarde que nunca
(Junio y aparte).
Imagen vía jupiter.tumblr.com