“Como yo quería entrar en el mundo, me propuse arreglarme con él y dejé que un poco de mi ternura se derramara por encima de todas las cosas y las personas. Entonces descubrí que mi socio era el mundo. De nada valía que quisiera separarme de él. De él había recibido las comidas y las palabras.”
– Felisberto Hernández, El Caballo Perdido

Sentarme a escribir hoy, un día como tantos otros; sentarme a escribir hoy a poco más de una quincena de que termine un año abarrotado de experiencias, de transformaciones.
Alterno de una pestaña del explorador a otra y leo una frase: “Nada se pierde, todo se transforma.” Esa frase podría definir mi año.
Hace más de un año que mi hermana y yo somos hijas del aire. Este es el segundo fin de año sin papá ni mamá; sin abuelos; el segundo año que pasamos solas, cargándonos la casa en la mochila, guardándonos las responsabilidades en el bolsillo y el corazón en la mirada.
¿Y qué pasa cuándo estamos solos, cuando realmente estamos a “La Deriva“? ¿Qué pasa cuándo el desapego, o lo que es más, el desapego obligado? ¿Qué pasa cuando sabemos que no existen teléfonos ni fax, ni telegrama que nos comunique al otro lado; cuando no podemos levantar el tubo o conectarnos a skype para pedir un consejo; que no vamos a escuchar más las voces de la infancia? 
Todo, pasa todo. Nos devienen días despejados, días de lluvia (y hasta tormenta). Se suceden los eclipses, uno tras otro, y otro. La memoria muta a una caja de recuerdos a la que retornamos para encontrar la energía que nos ayuda a seguir adelante. Aprendemos a ver los saldos positivos.
***
Sentarme a escribir hoy. Hoy que reconozco que escribir ya es parte de mi vida. Hoy que miro hacia atrás y me doy cuenta de que cómo los encuentros causales se fueron superponiendo unos con otros, depositándome justo en dónde tenía que estar: en frente de esta pantalla, hoy, este día, como otros, pero distinto, porque así me siento: distinta.
Distinta porque ahora tengo dos viajes como saldo a mi favor; dos viajes que me cambiaron la vida en partes iguales, pero de forma diferente. 
Dos papás, dos pérdidas, dos viajes, dos hijas del aire, dos vidas que se apoyan una en otra para seguir adelante. Dos hermanas. 
Dos ojos que a veces quedan cortos para ver todo lo que las ciudades me quieren mostrar cuando viajo. Dos interlocutores: la ciudad y yo (y mis diálogos de amor con las ciudades). 
Dos años de un viaje a otro: 2012 – 2014. Entonces, dos Europas: la de mis 26 años y la de mis 28 años. Números pares (dos números pares).
[ Y pensar que cuando era chica, dos era mi número preferido]
***
Sentarme a escribir hoy, que lo necesitaba. Atar cabos y ver que quizá si ese día de enero no hubiera encontrado el grupo de Dinámicas Creativas, probablemente no hubiera dado con el taller de escritura de Norte de Papel. Darme cuenta de lo significativo que es ese nombre para mí. Encontrar mi norte, mi hogar interno, mi forma de salir a flote que había quedado anclada desde la adolescencia. Reconciliarme con las palabras.
[Y reconciliarse con las palabras es reconciliarse con el mundo]
***
¿Y qué pasa cuando te sentás a escribir un día como hoy, que lo necesitabas, que escribir ya es parte de tu vida?
Veo que nada se pierde, todo se transforma. 
Veo los jazmines en los que me gustaría convertirme cuando a mí me toque ser viento. 
Veo las mamás abrazando a sus hijas en la calle.
Veo a los papás enseñando a andar en bicicleta a sus hijos.
Veo (y extraño) lo que ya no es. 
Veo los hilos invisibles que nos unen, disolviendo las fronteras. 
Veo a una nena caminando las veredas en reversa, porque sí.
Veo el cielo desde arriba.
Veo el cielo desde un puente de París.
Veo el cielo en una noche de Budapest a orillas del Danubio.
Veo los diálogos de amor con las ciudades.
Veo los cambios.
Veo las camas de hospital y los viajes en partes iguales: dos.
Veo mis manos: se parecen a las de ella; mis labios: se parecen a los de él.
Me veo.  
Me veo y siento las vértebras del tiempo:
El tiempo me traspasa, y lo agradezco.
Es un juego que jugamos muchas veces cuando éramos chiquitos. Y ahora queremos seguir jugándolo. Es una excusa para conocer lugares de la mano de otros viajeros, contarnos historias, viajar aunque no tengamos la oportunidad de hacerlo, conocer otros viajeros que andan dando vueltas por el mundo.

Jugaron también en esta edición: Roving SnailsAsiento para Dos,  Gastando SuelaPaper-VersosCuentos de MochilaUna Argentina por el MundoRodando Caminos y Viaje y Descubra.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

6 Comments
  1. Sol… GRACIAS!

    Muy profundo, muy real, muy interno. Gracias por compartirlo y por mostrate así.

    Irradias luz. Te admiro, a vos y a tu hermana, aún sin conocerlas.

    Felicidades, hoy y siempre.

    Flor

  2. Como dice Vetusta Morla precisamente en "la Deriva" (me encantó habérmelos tropezado por tu post!): "Que cada uno tome sus medidas"! y es lo que se ve a través del relato, tomaste tus medidas a través del año y estoy segura que este 2015 va a ser aún mejor!!! 🙂 me encantó, muchas gracias por compartirlo!

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