Hoy escribí “me inspiran las contradicciones: el ártico que quiere ser fuego, el fuego que quiere ser viento” […] Partiendo de esa línea, admito mi aspereza. La acepto.
Escalo mis propias paredes para ver del otro lado y me encuentro con todas las primeras impresiones, con los pre-conceptos con ánimos de guía.
Ahí están, mezclados, arrojados sobre un manto de papel, revueltos en forma de ideas descartadas; mis prejuicios, mis definiciones de correcto e incorrecto; las tipografías de amores de verano; los nexos que me ataban al pasado. Los pétalos de no-me-gusta; los prefiero-que-no. Todo, absolutamente todo del otro lado del muro.
Pero una vez cada tanto, una vez de todas las veces que me asomo, encuentro algo que vale la pena rescatar: una canción, un poema a la mitad, un álbum demasiado diferente al estilo del primero, un sentimiento con ganas de mutar a sensación.
Entonces, me someto a juicio sin otro jurado más que mi voz despojada de conceptos. Declaro el exilio de las líneas de una caja sin sentido; doy rienda suelta a las fronteras para que escriban otros versos: abro los ojos.
Hoy llovió en Buenos Aires y también escribí “Propongo escribir nuestro propio diccionario, que dejemos que la lluvia se lleve los prejuicios de paseo.”[…]
Propongo el diccionario de las curvas; una chance para mirar de nuevo. Propongo las re-lecturas; mirar al juez en la cara y sonreír porque sabemos que esta vez preferimos-que-sí.
La primera vez que escuché este disco no me gustó.
Y sin embargo ahora…