Hoy escribí “me inspiran las contradicciones: el ártico que quiere ser fuego, el fuego que quiere ser viento” […] Partiendo de esa línea, admito mi aspereza. La acepto. 
Escalo mis propias paredes para ver del otro lado y me encuentro con todas las primeras impresiones, con los pre-conceptos con ánimos de guía. 
Ahí están, mezclados, arrojados sobre un manto de papel, revueltos en forma de ideas descartadas; mis prejuicios, mis definiciones de correcto e incorrecto; las tipografías de amores de verano; los nexos que me ataban al pasado. Los pétalos de no-me-gusta; los prefiero-que-no. Todo, absolutamente todo del otro lado del muro.
Pero una vez cada tanto, una vez de todas las veces que me asomo, encuentro algo que vale la pena rescatar: una canción, un poema a la mitad, un álbum demasiado diferente al estilo del primero, un sentimiento con ganas de mutar a sensación.
Entonces, me someto a juicio sin otro jurado más que mi voz despojada de conceptos. Declaro el exilio de las líneas de una caja sin sentido; doy rienda suelta a las fronteras para que escriban otros versos: abro los ojos.
Hoy llovió en Buenos Aires y también escribí “Propongo escribir nuestro propio diccionario, que dejemos que la lluvia se lleve los prejuicios de paseo.”[…] 
Propongo el diccionario de las curvas; una chance para mirar de nuevo. Propongo las re-lecturas; mirar al juez en la cara y sonreír porque sabemos que esta vez preferimos-que-sí.
La primera vez que escuché este disco no me gustó. 
Y sin embargo ahora…

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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