No necesitamos decir nada. No es necesario.
Emparejemos las terminaciones, o no, mejor aún,
seamos desprolijos, reticentes de toda convención.
Busquemos el norte de las explicaciones divorciadas de razones:
las no-explicaciones.
Reagrupemos fuerzas.
Activemos un confesionario
en dónde los pecados se animen a dormir sin ropa interior.
Aceptemos el desorden.
Abramos la ventana
y dejemos que el verano se vierta en el invierno.
Renunciemos a los miedos de estaciones vos y yo, o no, mejor aún,
hagamos la tarea.
No necesitamos decir nada. No.