Ojalá pensara menos. Ojalá incendiara las hipótesis de cuándo, cómo y dónde, para pasar a despojarte de las dudas con un beso de tendencia tempestad. Ojalá pensara menos en pensar; ojalá sintiera más; ojalá más cerca de la orilla.
En mi cuaderno: 0 horas de vuelo para andarte; 0 latitudes para caminarte con las manos; 0 (cero), como la hipótesis de nosotros conjugados en un tiempo que quizá nunca jamás; como tierra virgen, o los mapas de ciudades intuición.
Y ojalá pensara menos en quizá. Ojalá me concentrara en mi trabajo. Ojalá explicaciones para esto que me pasa, y sin embargo…
Soltar las horas; recostarme en tu sofá a esperar una nueva temporada; invitarte a caminarme con la boca; convidarte las ansías de viajar al otro lado; y dame tu mano.
Ojalá vos y yo, aunque sea por un rato…
Como un fruto que tengo miedo de probar por temor a que me guste demasiado; como un dulce que me amenaza hasta las muelas; como lo que sé que no debo, pero quiero, y en esto no hay hipótesis: quiero.
Me gustaría pensar menos y en el intento de sentir(me) y sentirte un poco más…
Agradecerte por la incógnita que fermenta mi rutina; por recordarme a la esencia de Ostende en madrugada; por mostrarme un nuevo continente sin escalas; por fluir con vos antes que conmigo.
Agradezco el cambio que es evolución; la complicidad de los silencios; los abrazos tácitos…
La hipótesis del invierno y el verano revolcándose en la cama. El tal vez de Buenos Aires y París burlando las leyes del océano, o la música y los versos palpándose las ganas de sentido cuando saben entender la conexión.
Agradezco la aceptación de las espinas; el rojo placer de sudestada; el abrir y cerrar de las pestañas en mitad de la tormenta; la piel que prefiere callarse la boca por no poder controlar la situación…
El cruce de caminos aunque nunca en paralelo; lo que dejaste. Te agradezco porque quiero, y en esto no hay hipótesis: quiero agradecerte.
Y como no me animo a componer una canción ni a decírtelo en la cara, escribo: Entonces, gracias.