Hoy martes post-lluvia; las cartas ajenas (de nuevo); las letras de amor. Martes de columpios: por un lado el deseo, por el otro la dulzura. En mi parque el deseo y la dulzura saben compartir; no hay disputas, no hay miradas de pupilas laterales. En mi parque el deseo y la dulzura comparten el objeto. Son no-antónimos, no-opuestos. Suman, no restan. Calan más allá de la superficie (la mía, la tuya, la de ellos). Calan y arrasan en partes iguales… y todo esto en mi parque, hoy, martes post-lluvia.
Hoy el barro y no-me-importa. Hoy los pies desnudos abriendo los sentidos; el desglose de los poros, las bases no-firmes, los suelos de molde… Y entre tanto, las canciones (mías, tuyas, de ellos). Las canciones temporada que también calan y arrasan… y arrastran. Arrastran mi monotonía, invitándola cordialmente a abandonar la habitación. Hoy puertas que se cierran; hoy muros hechos polvo.
Una frase en mi cabeza: “Una mujer enamorada del amor“. El reconocimiento de afuera hacia adentro; de adentro hacia afuera. Otra frase en mi pantalla: “Sentí que podría pasar 4 días sentada en un banco contigo, y no sería suficiente tiempo para escuchar todas las historias que tienes para contar. […] Y toda mi vida sería mucho mejor con tan solo conocer tus historias.” Una canción de medianoche: “La clave íntima se va cayendo de mis labios.“
Entonces, las re-lecturas: Romanticósmica, los Besos Tácitos y el Poemario Los Amantes. El pudor que se corre hacia un costado y las ganas ocupando el asiento principal: la espera hasta que abra el telón.
El deseo; la dulzura; el dulce deseo de la linea de espera.