Ayer hablé de geometría y astronomía; hace unas semanas hablé de geografía; pero hoy, la astrología.
La astrología despojada del horóscopo. La astrología ligada a un solo planeta, el mío. 
Yo, planeta narrador y planeta protagonista. Yo, planeta observador que dedica el tiempo libre a unir los astros de mi cosmos con puntillos de días, meses, años. Yo, planeta y también yo- planeta; planeta que derramó su pulso en cartas continentales; planeta que dejó una mochila reposando en una nota. Yo-planeta que a veces siente que ciertos astros, ciertas veces, saben leerla demasiado bien. Yo-planeta que en lugar de ríos, palabras; y en lugar de cauces, oraciones.
El cosmos del tiempo: el orden lineal de las historias y la sucesión de los astros. El brillo de los astros en mi superficie, en mis palabras, en mi núcleo. Mi romance con el cosmos; mi tendencia astromántica. Mis caricias dactilares alunizando territorios en pasado, presente y futuro.
El orden lineal de las historias en manos de la ciencia: la prueba y el error. La química, complemento de mi cosmos. Los átomos que se entienden bien. El fuego en las miradas; los silencios y la economía del oxígeno.

Las estadísticas de mi cosmos: las curvas ascendentes, descendentes y y las no-curvas estáticas. La matemática de mis astros y yo, planeta; la matemática astromántica: 1 + 1 = 2 (dos). Dos cosmos, dos líneas de historias, dos sucesiones astrales, dos núcleos; no uno, dos.

Yo- planeta; yo y mis astros. Yo, planeta en mi cuaderno, y también astro en el cuaderno de terceros.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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