Una línea vertical que titila, una página en blanco y mi cabeza que no para de pensar. Todo el día; no paré de pensar en todo el día, y mi cabeza en blanco, como la página, o como las nubes desde arriba, llegando a Madrid.
Quizá debería hablar de geometría. Entonces: una línea vertical que titila; las líneas verticales sobre el cielo de París (sí, también blancas como la página, o mi cabeza hace dos minutos atrás); las líneas de senda de Frankfurt levantándose temprano para guiarnos rumbo al sur; o las líneas del metro de Praga esperando el timbre para pasar a la clase Astronomía; las rectas tensiómetro de los puentes que separan a Buda de Pest, formando un triángulo amoroso Buda-Pest-Danubio; las líneas de Venecia de algodón blanco-azul-blanco-rojo-blanco, y las siestas en la plaza; o las líneas de horizonte sobre rutas españolas despertando de un sueño, adentro de otro sueño, adentro de una realidad que hasta hoy parece un sueño: la constelación trazada sobre un continente, las estrellas que pulen mi brillo todos los días, cada día.
Quizá ya sea hora de la clase de lengua. Entonces: un presente que reemplaza filas, columnas y datos por renglones invisibles de un cuaderno digital. Un presente que quizás un presente distinto, si jamás los huracanes, los tsunamis, y las tormentas de arena. Un presente que no sería este presente sin su pasado estelar, o su pretérito de infancia Almendra y Abbey Road. Las caricias sintácticas. Las cartas intangibles. Las metáforas. El sujeto y el verbo. La poesía. Todas mis palabras.
Una línea vertical que titila, una página de palabras y mis falanges en acción, seguras, como si los pensamientos hubieran drenado desde el hemisferio hasta mis yemas; como si por dentro fuera río, o mar, o tal vez océano. Entonces quizá debería hablar de geografía… Me olvidaba, eso es algo que ya vimos en la clase anterior.
En el viaje permanente de la vida, mejor lecciones prácticas.

Es un juego que jugamos muchas veces cuando éramos chiquitos. Y ahora queremos seguir jugándolo. Es una excusa para conocer lugares de la mano de otros viajeros, contarnos historias, viajar aunque no tengamos la oportunidad de hacerlo, conocer otros viajeros que andan dando vueltas por el mundo.
* Ilustración vía El Topo Ilustrado
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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