Hoy te miré la boca.
Y nunca tuve taquicardia, 
pero esto debe asimilarse.

Y me cimbraron los sentidos
por las ganas de besarte.
Me timbraron las paredes 
de los labios porcelana.

Nunca tuve tu medalla besos épicos,
ni tus besos río arrastre 
en contraste piel de invierno.

Y el jamás de los jamases
de los besos yo-con-vos; 
te doy uno dame dos 
(o dame mil).

Ni tus besos ‘hardly ever’
que se queman en la hogera
de mi tacto dibujante,
encendiendo los rincones de tus surcos.

Ni tus besos magnos,
repertorio de desgarro.
Besos de lenguas mayúsculas,
con músculos que se tuercen 
a favor de nuestras manos.

Ni tus besos 2 x 1
y en rebaja,
derribando mis defensas.

Y nada, eso…
hoy te miré la boca.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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