“Escribir es descender, excavar, internarse en las profundidades.”
Anaïs Nin


Hoy es día de introspección. Hoy es día de introspección y llueve, y me siento más lluviosa que nunca. Hoy es un día que busca acomodarse entre los renglones de dos semanas decisivas. Hace exactamente una semana renuncié a mi trabajo de oficina. Hace casi dos años viajé a Europa. Hace cuatro meses empecé un taller de escritura y mi vocación renació con el tamaño de los planetas y la magia de los cosmos.
Hablemos de la foto de portada
Es una foto que tomé en San Telmo. Ese día era día de dejarse fluir. Salí sólo con el propósito de fotografiar aquello que me llamara la atención y encontré este muro, una pared de ladrillos que actuaba de marco de una puerta magistral.
Ladrillos, un puzzle. Ladrillos que a pesar de su apariencia roída brillan por su consistencia. Los admiro. Siguen firmes contra viento y bocinas. Tienen la piel gastada por el paso del tiempo y aun así se mantienen unidos, apoyándose uno en el otro.
Miro ese muro, miro esa pared, miro ese portal. Creo que es hora que cuente mi historia. Creo que es tiempo de iluminar mis rincones para mostrarles el sótano de mi casa-niña.
Todos tenemos portales.
En el hall de mi entrada abundan las risas, los abrigos de invierno (mi estación preferida), el perfume a jazmín y las ganas de café.
En mi living, la música se sirve en bandeja de plástico, 3 bandejas a decir verdad, cada una con un ritmo distinto. Y en mi mesa, los discos pelean por volverse cena.
Mis paredes son de lienzo de mirada europea: un ojo color Italia, un ojo color París. Mis paredes tienen cara de recuerdos, de esos que te cambian la vida.
Mi habitación es la guarida de los cuenta sueños, con luciérnagas de noche buena que enciendo por capricho y postales de ciudades inolvidables; con un complejo de torres de papel y árboles de fragancias florales que transforman mis sentidos en rayuela. Rayuela, libro, Cortázar. Rayuela, cielo, mis padres. Mi Papá que partió hace 3 años y medio. Mi Mamá que salió a su encuentro hace casi nueve meses. Mi Abuela que sonríe en las alturas con mi Papá desde junio del año pasado.
Mi almohada, la intersección de la calle melancolía y la calle despertares. Mi cama, que hace meses extraña a ese chico que jamás la habitó, pero que vive recostado entre mis sueños. Mis sábanas papel. Mi corazón mediterráneo. Yo, subterránea. Muro, casa-niña, mujer que ama todo lo que toca; mujer que siente todo lo que vive (quizás más de la cuenta). Mujer que llueve, mujer que escribe. Mujer que elige vivir despierta.

Espero que hayan disfrutado el recorrido. Cierro el portal porque hace frío. Mañana lo vuelvo a abrir. Será otro día…

* notas de cuaderno – 6 de marzo de 2014
Disparidad concebida en pretérito imperfecto.
Escollos de una metamorfosis
que es niebla de bruma.

Pretendo ser capital, recta,
pero tengo los vértices ajados.

Entonces…

Manuscrita,
entre líneas,
asterística.

Vengo en fascículos
y no tengo prefacios.
En mi historia abundan los nudos.

Sin embargo…

Te regalo mis versiones, todas.
Elegí la que quieras.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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