– ¿Vas de camino a casa ahora?
– Sí.
– ¿Puedo caminar contigo? ¿Te compró un café? Comenzó a llover.
– Está bien, no me importa mojarme.
– ¿En serio?
– Sí. De hecho, París es más bella en la lluvia.
– Eso es lo que siempre digo. No podría estar más de acuerdo, es más bella.
– Por cierto, me llamo Gabrielle.
– Gil.
– Un placer conocerte.
Medianoche en París
“Alguna vez estuve en París”, esta pequeña-gigante oración está conmigo siempre, la llevo en el bolsillo, por si acaso, como mi mejor accesorio.
Creo que París bajo la lluvia fue el mejor regalo que podría haber recibido (“Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos“). Principalmente, porque fue un regalo inintencional, improvisado, espontáneo; en segundo lugar porque coqueteó conmigo con total naturalidad, invitándome a enamorarme de ella, y por último, porque me enseñó a apreciar la belleza única que destila cada ciudad cuando llueve (hago un apartado y les aseguro que todas las ciudades tienen sus armas de seducción… ¿o será que soy fan de los días de lluvia porque secretamente soy una nostálgica empedernida?)
En fin, debo admitir que, en mi planisferio sentimental, París siempre va a ser mi primer gran amor, y si tuviera que elegir 3 razones que justifiquen mi encantamiento, probablemente serían las siguientes:
1. Los rasgos de tu cara me enamoran
Vista desde una de las ventanas del Louvre
Atravesando la ciudad en bus
Atardecer & Caminata, saliendo del Barrio Latino
2. Tus formas, tu caminar…
El barrio Latino, mi pasarela preferida
La salida del Louvre, los pilotos y el asfalto se llevan bien
3. Con vos, el amor está en el aire, siempre
Escenas de película que se encuentran recorriendo el Louvre
Y, como no podía dejarlos sin soundtrack:
PH: Sol Iametti