‘While my guitar gently weeps’, those words were all I could think of through the entire Springlizard’s performance at the Abasto’s Auditorium, after the projection of ‘Lost Alamo’ at the BAFICI’s Festival. 
I stood there hipnotized not only by the amazingly harmonized voices of Jonah Schwartz and Andrés Barlesi, but also by the magnificent communion between the lights, the songs and the shadows of the two singers projected into the background.
These two artists’s seem to have a master’s degree at alternating their notes’ pace between total frenzy and peaceful state of mind. At first, their songs will take you down by strike, and then they will slowly crawl under your skin, just waiting for you to fall under their spell. They will lift you up with a smart and sagacious game of chords, only to make you witness their voices disolve in the thin air, turning into an ephemeral sonic haze.
There’s nothing more rewarding than to have a musician indulge us with the valuable gift of actually feeling the music, and it is with this in mind (and mainly because of it) that their lyrics turn into somewhat of a serene acustic anthem, mantra of the sweet-sour, intangible love surrounding us. Springlizard has the superb ability of taking us some place else, a place we don’t know of, a musical stratosphere that somehow feels like home, where their ballads hold the keys to the folk musical heaven.
“Mientras mi guitarra llora suavemente”, esas palabras eran todo en lo que podía pensar durante la performance de Springlizard en el Auditorio del Abasto, post proyección de ‘Lost Alamo “en el Festival BAFICI.
Quedé absolutamente hipnotizada, no sólo por las voces increíblemente sincronizadas de Jonás Schwartz y Andrés Barlesi, sino además por la alucinante comunión entre las luces, las canciones y las sombras de los dos cantantes proyectadas en el fondo.
Y es que estos dos músicos parecen tener una master en el arte de alternar la contemporización de sus notas entre frénesis total y paz absoluta. Al comienzo sus canciones pueden tomarte por sorpresa, sólo para lentamente arrastrarse por debajo de tu piel, esperando sigilosamente que caigas bajo su hechizo. Entonces, casi repentinamente, te harán levitar con un juego de acordes totalmente inteligente y sagaz, sólo para que seas testigo de como sus voces se disuelven en el aire, convirtiéndose en una especie de niebla sónica.
No hay nada más gratificante que un artista que nos da el valioso regalo de realmente sentir la música. Y es así como sus letras se convierten en una especie de sereno himno acústico, mantra del intangible amor agridulce que nos rodea. Springlizard tiene la magnífica capacidad de trasladarnos a otro lugar, un lugar que no conocemos, una estratósfera musical en la que uno llega a sentirse como en casa, y en la que sus baladas folk tienen la llave maestra al cielo melódico. 
SPRINGLIZARD’S MUSIC: springlizard.bandcamp.com/

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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